El contexto histórico de la Ilíada.
La poesía épica
Los griegos distinguieron tres grandes géneros poéticos: La poesía épica, la Mélica o Lírica y la Dramática.
Epopeya proviene de la raíz griega “epos”, que quiere significar originariamente “palabra”, “verso”. Y en efecto se refería a una poesía que era generalmente hablada o recitada para el público. El término “epos” además de indicar el carácter hablado de esta poesía, apunta también a una cualidad interna esencial de la misma: la de ser exposición narrada de sucesos. La epopeya constituye, en efecto, junto a la novela y el cuento, uno de los grandes géneros narrativos de la Literatura.
Desde los poemas homéricos la epopeya griega utilizó un lenguaje muy particular, y en cierto modo artificial, sobre la base del dialecto jonio, con algunos eolismos intercalados. El metro usado fue el hexámetro que, como todos los metros griegos se medía por el número de sílabas largas y breves que se iban alternando.
La poesía Mélica era poesía para ser cantada…Desde el período clásico en adelante se la nombra también “Lírica”.
La poesía Dramática se refería a la poesía representada por actores en un escenario.
Origen de la Épica: Aedos y Rapsodas.
De los tres grandes géneros señalados el más antiguo es el Épico. No conocemos nada de la literatura griega anterior a Homero, es decir al siglo VIII A.C. Pero no nos cabe duda de que debió haberla, rica y variada, como los propios poemas homéricos lo demuestran por sí solos. En efecto, en ellos hallamos referencias a poemas diversos; y aparte de que se supone su asunto como ya conocido por los auditores, se recurre a un lenguaje de fórmulas ya prefijadas. Pero, además por la simple razón de que dos obras tan perfectas como “La Ilíada y la “Odisea” no pueden surgir de cero, ya que tal perfección no puede ser alcanzada de un solo vuelo. Como se ha dicho alguna vez, los Poemas Homéricos parecen ser el punto de llegada y la culminación de un largo período anterior de búsqueda y desarrollo poéticos.
La mayoría piensa que las raíces van muy atrás en el tiempo, hasta la época micénica o aquea, cuyo florecimiento se dio entre el siglo XV y XII A.C.
Parece que hubo una literatura aquea o micénica, es decir de los primeros griegos, que habría preparado el camino a la homérica, tal cual parece sugerirlo ya el tema mismo de ésta, que nos remite a la época micénica, cuando efectivamente hubo una expedición de aqueos que destruyó Troya, hacia el 1250 A.C., aparte de otros detalles que también apuntan a esa época, como el uso de armas de bronce, mientras que las de la época de Homero ya eran de hierro; el carro de combate, que ya había sido sustituido por la equitación.
El mundo micénico que constituye el fondo de los poemas homéricos aparece transformado y con anacronismos varios. Lo extraordinario no son esas inexactitudes, sino que sean tan pocas, teniendo en cuenta la distancia en el tiempo con respecto a la época en que vive Homero y, sobre todo, lo que significaron las invasiones dóricas (h. 1100 A.C.). Ellas marcan una línea divisoria en el mundo griego, pues destruyen el mundo micénico y su monarquía del rey semidivino viviendo en un palacio-fortaleza de piedra…El hecho de que en los poemas homéricos se preserven tantos elementos micénicos solo puede explicarse, parece, sobre la base de una cierta continuidad de desarrollo, de leyendas y poesía.
Aquellos aqueos micénicos cultivaron dos grandes asuntos poéticos: poemas de índole religiosa y poemas que contaban las hazañas de los reyes. Los poemas religiosos difundieron los mitos que llegaron hasta Homero. Las narraciones más típicamente épicas difundían hazañas guerreras de los reyes que, como vimos, eran semidivinizados, y concentraban todo el poder del Estado. Así, por ejemplo, se contaría en poemas relativamente breves las hazañas de Aquiles.
Según parece, en la época micénica final, y después de las invasiones dorias, entre los eolios que huye a las costas del Asia Menor, ambos tipos de poemas narrativos se funden entre sí.
En esta época micénica, los poetas “Aedos” que eran a la vez recitadores y compositores, acompañándose de la cítara, debieron ser sin duda verdaderos funcionarios palaciegos, y como tales, mantenidos por el rey. Esta épica debió surgir y desarrollarse en el período de conquista de los aqueos, cuando éstos ocupan la mayor parte de la Grecia Continental, saltan a las islas del Egeo, incluyendo Creta, y a las costas de Asia Menor y Siria entre los siglos XVI y XII A.C.
Hacia el 1100 A.C. se produce la invasión de los dorios, griegos también pero que habían quedado rezagados en el centro este europeo, con costumbres muy rústicas todavía, mientras sus hermanos de dialectos eolios y jonios(los aqueos) penetraban como señores en el mundo egeo, desplazando a los cretenses y chipriotas. Ahora, a su vez, les tocaba a ellos ser sustituidos, salvo algunas regiones como el Ática, las poblaciones griegas de las primeras oleadas fueron sometidas por los dorios, o bien optaron por huir hacia las islas del Egeo oriental. Con ello entramos en lo que se llama la “Edad Oscura” de la historia griega (S. XI a VIII A.C.).
En el siglo VIII A.C la prosperidad de Jonia estaba en su clímax. Los emigrados eolios y jonios que llegaban a las costas del Asia Menor huyendo de los dorios, llevaban y mantenían consigo la tradición épica que exaltaba la grandeza y heroísmo de sus antepasados: los reyes aqueos.
Si antes los Aedos eran funcionarios de la corte, ahora viven protegidos por los aristócratas jonios. En sus fiestas el aedo recita episodios famosos, uno o dos cantos o rapsodias, nunca un Poema entero como la Ilíada o la Odisea.
La aristocracia jonia a la que se dirigía Homero, no era una nobleza profesionalmente guerrera, pero se complacía en escuchar lo que consideraba las hazañas de sus antepasados, y ello les concedía prestigio político.
Con posterioridad a la composición de los poemas homéricos (Siglos IX y VII A.C.) y al influjo de nuevas condiciones económicas y sociales, los poemas homéricos saldrán de su ámbito aristocrático y comenzarán a difundirse en sectores cada vez más amplios. Ya no exaltan únicamente los antepasados de la clase social aristocrática, sino el heroísmo del hombre griego en general. Si antes se recitaban en los palacios, ahora circulan también en los lugares públicos de las ciudades.
Es entonces que surgen los Rapsodas, recitadores profesionales ambulantes, que se limitan a memorizar y preservar los textos ya consagrados.
La Cuestión Homérica
La llamada Cuestión Homérica data del siglo XVIII y se refiere a la discusión de cómo y cuándo se formaron los Poemas homéricos que conocemos La Ilíada y la Odisea.
Los antiguos griegos consideraron que Homero había sido una figura histórica real, aunque su ubicación cronológica variara entre los siglos X a VII A.C.
El posterior cuestionamiento a su autoría se refería al hecho de que no cabía pensar que en una época tan primitiva alguien tuviera conciencia de lo que es el trabajo de Composición de poemas tan extensos.
Se pensaba que La Ilíada y la Odisea. eran colecciones de poemas fragmentarios que fueron reunidos y puestos por escrito en el siglo VI A.C. Si así hubiera sido, Homero como autor nunca hubiera existido.
Otra de las teorías proponía que Homero había estado al comienzo del proceso, creando algunos núcleos como el episodio de la cólera de Aquiles en la Ilíada o el viaje de Ulises en la Odisea. Todo lo demás se habría ido agregando posteriormente.
Estas posturas se descartaron porque ambos poemas presentan una unidad que solo puede dar un autor.
Últimamente se admite que Homero sí existió, y que aprovechando el trabajo de otros poetas reestructuró y refundió unitariamente estas narraciones.
La leyenda troyana
La expedición de los aqueos contra Troya se constituyó en la más célebre de las leyendas épicas entre los griegos.
Ella contaba cómo, alrededor de Agamenón Atrida (hijo de Atreo) rey de Micenas y de su hermano Menelao, rey de Esparta, se nuclearon los principales reyes y príncipes aqueos para ir a destruir a Troya del otro lado del Mar Egeo. El motivo de la empresa era la ofensa que el joven Paris, Hijo del rey de Ilión o Troya, le había dirigido a Menelao, raptando a su esposa Helena.
Entre los guerreros aqueos se destacan Aquiles, hijo de Peleo, rey de Tesalia, y de la diosa Tetis, Patroclo, amigo de Aquiles, los dos Ayax, uno rey de los Locrios e hijo de Oileo, el otro rey de Salamina e hijo de Telamón.
El sitio de Troya duró diez años, pues la ciudad tenía muy buenas murallas y valientes guerreros. Entre ellos se encontraban Héctor, hermano mayor de Paris, Eneas, hijo de Anquises y de la diosa Afrodita, Sarpedón, hijo del dios Zeus y una mortal. En el décimo año se produce la querella entre Aquiles y Agamenón, con la que comienza la Ilíada. Sigue después la intervención y muerte de Patroclo, la vuelta de Aquiles al combate y la muerte de Héctor.
…
Los dioses en la Ilíada.
Las concepciones religiosas que aparecen en la Ilíada responden a diversos orígenes y épocas.
Lo que aparece en primer plano y es lo más característico es el Olimpo, como sede de los grandes dioses antropomorfos. Aparece gobernado por Zeus, quien debe vigilar permanentemente la desobediencia de los otros dioses. El Olimpo a veces aparece como una mansión celestial o a veces como una montaña en Tesalia.
Las divinidades griegas muestran pasiones y caprichos que los asemejan a los humanos.
Nada se puede explicar en la Ilíada sin la intervención de los dioses o el destino, al que llamaban “moira”.
El carácter nobiliario de la épica homérica: el ideal heroico.
Aunque terminaron por ser patrimonio de todo el pueblo heleno, lo cierto es que los Poemas conservaron su sello aristocrático.
En la Ilíada ser personaje es sinónimo de ser noble: los “aristos”. La propia guerra es una serie de combates individuales, y no el entremezclado de ejército contra ejército.
El orgullo noble obligaba al guerrero a estar a la altura de su “aidós”, o sentimiento de honor. Debía, en todo momento mostrar su “areté” o conjunto de cualidades: fuerza, virilidad, hermosura, valentía, inteligencia, autodominio, elocuencia.
Es importante que cada uno reciba de los demás el trato debido o “diké”. Esto es válido también para con el enemigo, por eso, cuando en Canto XXII Aquiles ofende el cadáver de Héctor, esto se muestra como un exceso: es el pecado de “hybris”.